Recostado en el Hamman escucho, contra mi voluntad, el
irritante cacareo de una pareja de treintañeros. Me levanto, cambio
de sala y busco un rincón apartado para poner los pies en remojo.
Otra pareja cercana de cacatúas revolotea de nuevo alrededor de
mis oídos.
Habiendo seres humanos tan abrasadores un Hammam se puede
convertir en una piscina municipal en plena tarde veraniega. Un
auténtico suplicio
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