Quienes
inventaron la rueda, el teléfono, la televisión e internet fueron gente
admirable. Mezcla de talento, genialidad y deseo de progreso. El de la rueda – un anónimo
de hace 7000 años en Mesopotamia, como decía Roberto Fontanarosa, fue motivado
por la pereza. Se negó a empujar más, ¡así de claro!.
Antonio Meucci, el del "teletrófono" – como lo bautizó al inicio,
se cansó de subir escaleras hasta el segundo piso para poder conectar con su
infortunada esposa, aquejada de agudo reumatismo.
John
Baird con la televisión, y los diversos implicados en el desarrollo de internet
hasta la versión de nuestros días, nos lo dejaron más crudo. Nadie contaba con
lo que se avecinaba. Nadie, por supuesto, dejó un manual de prevención o
instrucciones. ¿Como hacerlo?. Las ventajas que hemos obtenido han resuelto
grandes desafíos y han hecho la vida más facil a un 35% de la población
mundial. Igualmente, los problemas y conflictos derivados de la desastrosa
dependencia y subordinación hacia el juguete nos han saturado de quebraderos de
cabeza.
Quedan
abiertas dos desafiantes preguntas: ¿Qué hacemos con el 65% que no tiene acceso?, ¿Y que
hacemos con la chatarra y sus efectos colaterales?.

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