Así acontece la vida, como un parsimonioso descenso similar al
de una ignorada hoja de otoño.
El deslizamiento da paso a la ociosidad, el color verde al amarillo,
el amarillo al marrón, el rojo pintarrajeándolo todo, la hoja
abrasada a el polvo, la ceniza al perfil terso o arrugado de la piel.
El círculo giratorio de las estaciones explica la evolución dispar,
hermosa, radiante o melancólica de la metamorfosis humana.
La vida comienza y termina en la tierra, para que se vierta sobre
ella una semilla nueva que prolongue la rueda. Las hojas se secan
en las veredas de los pueblos y ciudades y sirven para adornar,
modificar y explicar un pasaje esencial del proceso de la vida.
Los pájaros cantan todavía en otoño y en invierno, y disfrutan con
la luminiscencia que desprenden los rayos solares diurnos.
El otoño regresa siempre y con él sus esplendorosas hojas de colores, que después de haber sostenido con destreza las frondosas sombras de nuestro verano, nos regalarán un sedoso serpenteo aterrizando sobre el jardín de nuestros seducidos corazones.
El otoño regresa siempre y con él sus esplendorosas hojas de colores, que después de haber sostenido con destreza las frondosas sombras de nuestro verano, nos regalarán un sedoso serpenteo aterrizando sobre el jardín de nuestros seducidos corazones.


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