Vi al renacuajo a lo lejos. Mi mirada sumida en pleno asombro. Lo vi en
el preciso momento que doblaba una esquina, en compañía de una mujer. Recuerdo
como le llamábamos cariñosamente en el pasado, "cabezón". Salí corriendo detrás de él. Cuando apercibió que
le seguía, aceleró, casi volando, por otra callejuela. Di con él de nuevo,
estaba en un callejón sin salida, esta vez no tenía escapatoria.
– ¿Ya no saludas a los viejos amigos?, le pregunté.
– ¡Perdona!, ¡lo siento!. Desde que me salí de aquella charca y fui saltando de estanque en estanque me fui aburriendo de ser renacuajo de rana. Era consciente de ser un caso especial; podía saltar aun sin tener ancas aunque jamás aprendería a cantar. Esa dama que has visto acompañándome es mi dueña, aunque me trata con esmerado cariño y ella dice que soy su amorcito. Me considera su amuleto de la suerte, vivo en una pecera para renacuajos al lado de su almohada y de cuando en cuando, en días de lluvia como hoy, me saca a pasear. Tú ya sabes, no crecí nunca, no he evolucionado, mi supervivencia es un milagro, me daba vergüenza que me vieras así. Tú has crecido, has cambiado, no se te ve mal
– ¡Perdona!, ¡lo siento!. Desde que me salí de aquella charca y fui saltando de estanque en estanque me fui aburriendo de ser renacuajo de rana. Era consciente de ser un caso especial; podía saltar aun sin tener ancas aunque jamás aprendería a cantar. Esa dama que has visto acompañándome es mi dueña, aunque me trata con esmerado cariño y ella dice que soy su amorcito. Me considera su amuleto de la suerte, vivo en una pecera para renacuajos al lado de su almohada y de cuando en cuando, en días de lluvia como hoy, me saca a pasear. Tú ya sabes, no crecí nunca, no he evolucionado, mi supervivencia es un milagro, me daba vergüenza que me vieras así. Tú has crecido, has cambiado, no se te ve mal
– ¿Sabes qué?, le repliqué: yo
también soy una especie de
amuleto de alguien, y tampoco sé cantar, acompaño las canciones de la radio o
intento tararear algo cuando voy solo por los caminos. Cuando tú y yo nos
conocimos yo era un niño curioso y atrevido. Ya no visito las charcas y los
embalses tan a menudo, ni mantengo románticas conversaciones con bellos
cabezones como tú. He extraviado casi toda la fantasía que poseía. A ti se te
ve hermoso, con esa especie de coleta china que te cuelga de la cabeza.
Desearía haberme quedado también renacuajo como tú.
En fin, ¿que te parece si nos
tomamos algo para celebrar nuestro encuentro?
– De acuerdo, pero ya sabes lo que yo bebo.
Dos calles más arriba hay un espléndido parque con una vieja fuente de agua
mineral que despide burbujas, te gustará.

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