miércoles, 2 de diciembre de 2015

DELIRIO EN EL CAMPO


     Me tendí sobre el banco de piedra, estaba frío, como esos espacios nuestros intuidos, olvidados en nuestro congelador particular. Caminé atravesando el puente de hierro, bordeando la línea del tren, comprobando como el ruido metálico transportado por las vías puede sonar también frío; alejándote de la vida en lugar de acercarte a ella; como las sombras que se trasladan sigilosas, boicoteando la diagonal del sol, con una estrategia caprichosa e imprevisible. En un prado igualmente sombreado, sobre el flanco de un meandro, decidí tumbarme desnudo entre la tierra, el agua, la sombra y las piedras, sublevado ante el dictado de la naturaleza, como un desatado penitente, en la ebriedad más absoluta del silencio. Desafiando esa tarde gélida y desapacible, pretendiendo que el poder de mi vida imaginaria se impusiese sobre el frío caprichoso de las nubes.
No deberíamos infravalorar el poder de nuestra voluntad, la victoria estuvo cerca…



 


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