Se alzó en medio de la noche. Hizo acopio de todo el instrumentario
necesario que tenía preparado en el sótano de la casa. Salió presto y sigiloso,
llamó a la puerta de su amigo Mateo, juntos encaminaron la senda que conducía a
la iglesia. Desmontaron con pericia y celeridad la campana del campanario. La
montaron en una pequeña carreta que llevaban expresamente para la ocasión.
Rodando por la vereda abajo se alejaron del pueblo.
Esa campana no volvería a ser
martirizada en las madrugadas para torturar el sueño de los lugareños. El cura
testarudo se quedaba sin herramienta. El pueblo tenía derecho a descansar.
La campana también…
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