viernes, 4 de diciembre de 2015

CERO CERO

    Si ya agotamos todos nuestros compromisos impostergables, no tenemos a nadie que se tire por un puente por nosotros, carecemos de sueños de obligatoriedad universal y el ruido de la ciudad no es nuestro complejo vitamínico imprescindible, podemos reiniciar nuestro nuevo propósito permaneciendo en esa misma isla, ganándonos la amistad del pescador o de la frutera ambulante, con una ventana en la cabaña para contemplar los barcos que surcan la costa, y un lápiz y una lámpara en la mesilla de noche para dibujarnos de nuevo.

 

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