sábado, 2 de enero de 2016

LITORAL BUENOS AIRES


    Palermo descansa inmutable acostado en la opulencia de su arquitectura, tendido en la suntuosidad de sus innumerables parques y jardines: Botánico Thays, Las Heras, Holanda, Sicilia, Japonés... 














Estación de Retiro, ir y venir de mundos diversos y contrapuestos, corazón que acoge y abraza la existencia del viajero; a quien viene y quien va, y a quien no puede más y se tumba frente a ella, en el parque de la Torre de los Ingleses, a su amparo, contemplándola como a una madre que nunca tuvo.

Retiro despierta cada mañana con el rugir de los camiones que abandonan las dársenas del puerto de Buenos Aires buscando país y Panamericana, y en adyacente itinerario, con estruendoso galopar, como ladrando contra su existencia, rozan la divisoria de Puerto Madero, repelente ornamenta arquitectónica erigida para asuntos de negocios y esparcimiento nocturno de los chetos bonaerenses – la llamada pijería en España. La cuota de standar exigida para toda ciudad que se tilde de moderna es siempre desmesurada. 

Engalanando el Río de la Plata, sacando brillo a la opacidad de sus aguas, la reserva ecológica del litoral. Floresta de colores, sinfonía animal, santuario de meditación, oasis de reposo, pulmón de la ciudad. 


















Desde la cuesta de Ribadavia, sobre el parque de Colón, Rosada y Mayo observando con esperanza el devenir de un país en metamorfosis permanente, buscándose a sí mismo. 


El parque de la Costanera sur, manantial de júbilo popular, acomodando el gozo dominical de los bonaerenses, fieles peregrinos a su templo verde, con la fiesta del mate, habitado por el humear de los chiringuitos con sus choripanes, sillas plegables y niños revoloteando confundiéndose entremezclados con las palomas. 

El derroche de entusiasmo de San Telmo, la feria de bullicio más larga de America Latina. El Café Dorrego, con el tiempo parado, como la foto de una antigua bailarina sirviéndonos el sorbo apasionado de otra época. La melancolía y alborozo del parque Lezama, como una lágrima de tango celebrando su fervor de vida, observando emocionada su caudal dilatado. 


 










Más abajo La Boca; resumen de mundos, 
desembocadura de sueños italianos, Latinoamerica y Europa fusionadas por el sur. Boca: pasión futbolística arrolladora, traspasando los confines de la osadía, donde a causa de la mano pecadora de un dios terrenal, el dios de los cielos comenzó a perder devotos.
La Boca: bella, sucia, ardiente, mórbida como una pizza napolitana, que seduce al paseante embriagándolo de nostalgia y afecto, exhortándolo a volver. 
 

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