Andaba inmóvil, como las hojas de un calendario caducado
desprotegido, como los brazos de los árboles en invierno
pensando en los mañanas que nunca llegan
como nunca lo hace el final de los desiertos
ni el pánico desolador de los abismos.
Esos mañanas que siempre nos decían
intenciones de voluntades celestiales
repletos de trabajo y eficacia
espejismos que nunca aparecieron.
Y me acosaba ese maldito aguijón cansino del presente
con su obsesiva repetición de despropósitos
ese despiadado linchamiento
la barbacoa del capital enloquecido
la ideología del envase y la apariencia
con un mundo saturado y otro herido
en esta enorme prisión de indiferencia.
Sólo el pasado, con un estrecho caudal de memoria liberada
calmaba la cautividad de mis ausencias.
desprotegido, como los brazos de los árboles en invierno
pensando en los mañanas que nunca llegan
como nunca lo hace el final de los desiertos
ni el pánico desolador de los abismos.
Esos mañanas que siempre nos decían
intenciones de voluntades celestiales
repletos de trabajo y eficacia
espejismos que nunca aparecieron.
Y me acosaba ese maldito aguijón cansino del presente
con su obsesiva repetición de despropósitos
ese despiadado linchamiento
la barbacoa del capital enloquecido
la ideología del envase y la apariencia
con un mundo saturado y otro herido
en esta enorme prisión de indiferencia.
Sólo el pasado, con un estrecho caudal de memoria liberada
calmaba la cautividad de mis ausencias.
Y no en vano, deambulando perplejo por esos desencuentros
estampado en los lugares prometidos
como una virgen que nunca pestañea
llovía luz tenue en medio de la bruma;
como el latido de un corazón dado por muerto
la aparición inmaculada de un milagro
inesperada savia de sed y fuente nueva,
como el delirio de una remota primavera
regresando del exilio del invierno.
Y en ese frágil destello de esperanza
en el soplo de respiración de ese orificio
percibía el preludio de una nueva travesía,
un ignorado desafío en mitad de la corriente;
levantar un mundo con el otro en obras,
un requerimiento hercúleo
para alargar el final del recorrido.
Y en un arranque embriagado de entusiasmo
pensé todavía en bailar, gritar y trasnochar
sacar brillo a la languidez de mi fachada
y levantar mis ruinas,
con la misma ingenuidad
con la que un niño carga su mochila.
estampado en los lugares prometidos
como una virgen que nunca pestañea
llovía luz tenue en medio de la bruma;
como el latido de un corazón dado por muerto
la aparición inmaculada de un milagro
inesperada savia de sed y fuente nueva,
como el delirio de una remota primavera
regresando del exilio del invierno.
Y en ese frágil destello de esperanza
en el soplo de respiración de ese orificio
percibía el preludio de una nueva travesía,
un ignorado desafío en mitad de la corriente;
levantar un mundo con el otro en obras,
un requerimiento hercúleo
para alargar el final del recorrido.
Y en un arranque embriagado de entusiasmo
pensé todavía en bailar, gritar y trasnochar
sacar brillo a la languidez de mi fachada
y levantar mis ruinas,
con la misma ingenuidad
con la que un niño carga su mochila.
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