sábado, 26 de diciembre de 2015

EN OBRAS


Andaba inmóvil, como las hojas de un calendario caducado 
desprotegido, como los brazos de los árboles en invierno 
pensando en los mañanas que nunca llegan
como nunca lo hace el final de los desiertos

ni el pánico desolador de los abismos. 

Esos mañanas que siempre nos decían 
intenciones de voluntades celestiales 
repletos de trabajo y eficacia 
espejismos que nunca aparecieron. 

Y me acosaba ese maldito aguijón cansino del presente 
con su obsesiva repetición de despropósitos
ese despiadado linchamiento
la barbacoa del capital enloquecido

la ideología del envase y la apariencia 
con un mundo saturado y otro herido 
en esta enorme prisión de indiferencia. 

Sólo el pasado, con un estrecho caudal de memoria liberada 
calmaba la cautividad de mis ausencias. 


Y no en vano, deambulando perplejo por esos desencuentros 
estampado en los lugares prometidos
como una virgen que nunca pestañea
llovía luz tenue en medio de la bruma;

como el latido de un corazón dado por muerto 
la aparición inmaculada de un milagro 
inesperada savia de sed y fuente nueva,
como el delirio de una remota primavera 

regresando del exilio del invierno. 

Y en ese frágil destello de esperanza
en el soplo de respiración de ese orificio 

percibía el preludio de una nueva travesía, 
un ignorado desafío en mitad de la corriente; 
levantar un mundo con el otro en obras,
un requerimiento hercúleo
para alargar el final del recorrido. 


Y en un arranque embriagado de entusiasmo 
pensé todavía en bailar, gritar y trasnochar 
sacar brillo a la languidez de mi fachada
y levantar mis ruinas,

con la misma ingenuidad
con la que un niño carga su mochila.




No hay comentarios: