martes, 9 de febrero de 2016

MATEMÁTICAS


    Hubo un tiempo pasado en que no soportaba a las palomas. Que semejante especie hubiese sido elegida símbolo de la paz, entre otros, por artistas tan respetados como Pablo Picasso, me parecía de una ranciedad incomible. Con el tiempo la aversión fue amainando. Cuando fui descubriendo el instinto depredador y despiadado de las gaviotas y la espantosa tortura sonora de las urracas, mi vida pegó un giro de 180 grados. Ahora anida en el jardín una pareja de palomas turcas que descienden alguna tarde hacia la rama más baja del saúco y nos saludamos mutuamente con deleite, cerca de la devoción.
He ganado una nueva amistad a cambio de encontrar dos nuevos enemigos. 

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