Con el paso del tiempo he aprendido a conversar profundamente
conmigo mismo. Pertenezco a ese exclusivo club de personas que
van hablando solas por la calle. Cuando no dispongo de
interlocutor en casa y ya he resuelto las llamadas telefónicas útiles
de la semana, dialogo con mi subconsciente. Estamos en sintonía,
no tenemos desavenencias. Hay días en que no necesitas a nadie
que te "saque las castañas del fuego", ni pareja, ni amigos. El
diálogo entre mis dos yo es dinámico, reconfortante y plácido. A
veces me surgen incluso ganas de cantar,
y canto...
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