jueves, 11 de febrero de 2016

CINE


    Disfruto la placidez del cine en la sesión de después de las comidas, tan sólo tres o cuatro espectadores me son suficientes como acompañantes. Mientras las butacas reposan vacías, ausentes de traseros que las espachurren, se respira una tranquilidad fastuosa. A esas horas el personal anda por ahí metido en líos de burocracia, asignando contorno a su musculatura en el gimnasio o comprando cosas en las grandes superficies, un deporte fuertemente en apogeo.
No tener que compartir compulsivas carcajadas cuando la escena no lleva una pizca de gracia vale ya la mitad de la entrada. En esto las comedias detentan el riesgo más elevado. Con los Thriller ya no me importa que aparezcan algunos espectadores más. 

Como decía el querido Javier Tomeo: "si eres el único espectador y el asesino te descubre, no vale la pena que pidas auxilio" 

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