Le encantaban las computadoras. Todos los modelos, todos los
colores, todos los tamaños. Allí estaba su vida, su puesto de
trabajo, la pista de baile, la sexualidad con sus vedettes digitales, el
cine, la tienda, la cancha de deportes, la familia, sus amigos y sus
enemigos. Allí tenía todo y a todos. Solo utilizaba veinte minutos
diarios para pasear a los perros. Su comprimido presupuesto no
alcanzaba para la nanny de los bichitos.
Recién acababa de sonar el teléfono. Era su novia Claudia,
preguntándole por enésima vez sobre el tema de las vacaciones en
Brasil. Playas remotas y salvajes distanciadas de la civilización,
cabañas de ensueño, sin nadie, sin nada, sin Flying-pizza y sin
internet. Solo caipirihna y bananas. "Película de cinco estrellas".
Él se plantó negándose en redondo. Así, como la hermosa silueta
que poseían sus 115 kilos de fascinación somática. La dijo que era
feliz en esa única dimensión, que no le apetecía descubrirse en
otra.
¿Fuera de la red?, ¡imposible!.
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