La mañana se suele alzar con apremio,
con la urgencia de una jornada que no espera.
La mañana irrumpe como de costumbre, con ese impulso
de vitalidad y poderío físico que tanto la define como la delimita.
Con esa obligatoriedad de la rutina, con una austeridad y sobriedad
tan inapelables como inamovibles.
La mañana es el dictamen o el dolor de cabeza de medio mundo,
con grandes posibilidades de afirmar que no se hizo bajo permiso
ni mandato de Dios.
Dios debió de crear el mundo entre luces, con el "crepúsculo"
– la palabra más "chic" de la era moderna.
O sea: algo así como el "cenit",
tomando una copa de vino al atardecer...
con la urgencia de una jornada que no espera.
La mañana irrumpe como de costumbre, con ese impulso
de vitalidad y poderío físico que tanto la define como la delimita.
Con esa obligatoriedad de la rutina, con una austeridad y sobriedad
tan inapelables como inamovibles.
La mañana es el dictamen o el dolor de cabeza de medio mundo,
con grandes posibilidades de afirmar que no se hizo bajo permiso
ni mandato de Dios.
Dios debió de crear el mundo entre luces, con el "crepúsculo"
– la palabra más "chic" de la era moderna.
O sea: algo así como el "cenit",
tomando una copa de vino al atardecer...
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