sábado, 26 de diciembre de 2015

CARTA A UN POETA


Tú, poeta, que estás leyendo, 
mirando o de paso,
que vives en medio de la tierra, 

punto, latitud o meridiano,
he aquí la súplica de un ingenuo: 

convierte en faro tu agudeza
y alumbra con resplandor
el agua de los mares,
con esa omnipotencia que poseen 

los románticos comprometidos. 

Desahoga tus palabras
para que pasen los náufragos, 

abre el camino a los que sufren, 
nombra el verbo de los invisibles 
que aun estando son ausentes. 

Escribe y declina las voces 
de los que nadie escucha, 
que hablan solos
con sus infiernos

por parques y callejuelas. 

Divaga y grita, ¡álzate!, 
como la roca encaramada 
que protege el barranco, 
habla al oído de la tierra, 
canta la belleza recóndita. 

Ponte ético, digno, compasivo, 
oportuno, valiente, perspicaz. 
Pero también cosmopolita, 
receptivo, moderno, oportuno, 
para trenzar con la estrofa nueva. 

Sé lo que debas y consideres 
sin que nadie te lo ordene, 
romántico, reivindicativo, 
sutil, sincero, indignado, 
loco, salvaje, apoteósico, 

Aflora con tus mejores versos, 
borra etiquetas,
abandona la capilla,
sal a la luz de la calle

donde el dios Sol calienta. 

Describete, nombrate con tu abecedario, 
camina las latitudes más remotas, 
desgasta tus zapatos como tus palabras. 
Cuando la suela esté rajada
el libro estará ya abierto. 

Te esperan los abrazos y el vino, 
las alabanzas y los besos. 
Después regresarás a casa, 
fatigado y ebrio.
A dormir la gloria de esas páginas. 



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