un via crucis agotador que nunca debiera haberse
iniciado.
Otras que fluyen como la baba de los niños, solas, desparramadas, tan generosas e
imperturbables que dan hasta para repartir.
Hay hombres receptivos y apasionados que detectan
con desenvoltura los códigos del afecto. Otros, creativos, que, con un
admirable sentido de la evolución, desarrollan notables descubrimientos.
Existe otra especie de ellos tan tozuda y
recalcitrante, que parece hubiesen nacido de las llamas de un incendio. ¡Así
fue!, de allí proceden, y algunos, desgraciadamente, allá regresarán,
arrastrando con ellos alguna víctima desdichada.
Hay mujeres tiernas, cautivadoras, hechiceras,
delirantes…, manantial de vida y caudal desbordante de amor. Tan espléndidas
como para permanecer tres vidas viviendo junto a ellas.
Otras, como el cielo en vísperas de un huracán. Una
situación recomendable para salir a pasear solos e intentar observar como
juguetean con la tarde las golondrinas o fragmentan el sol por la mitad los
estorninos, antes de que descargue la borrasca.
Hay días que suplican un
final rasante, que no deberían amanecer nunca.
Otros, a los que
rogamos, como a una virgencita milagrosa, que no terminen jamás.

No hay comentarios:
Publicar un comentario