lunes, 30 de noviembre de 2015

YIN Y YANG

Hay relaciones que son un calvario,
un via crucis agotador que nunca debiera haberse iniciado.

Otras que fluyen como la baba de los niños, solas, desparramadas, tan generosas e imperturbables que dan hasta para repartir.

Hay hombres receptivos y apasionados que detectan con desenvoltura los códigos del afecto. Otros, creativos, que, con un admirable sentido de la evolución, desarrollan notables descubrimientos.

Existe otra especie de ellos tan tozuda y recalcitrante, que parece hubiesen nacido de las llamas de un incendio. ¡Así fue!, de allí proceden, y algunos, desgraciadamente, allá regresarán, arrastrando con ellos alguna víctima desdichada.

Hay mujeres tiernas, cautivadoras, hechiceras, delirantes…, manantial de vida y caudal desbordante de amor. Tan espléndidas como para permanecer tres vidas viviendo junto a ellas.

Otras, como el cielo en vísperas de un huracán. Una situación recomendable para salir a pasear solos e intentar observar como juguetean con la tarde las golondrinas o fragmentan el sol por la mitad los estorninos, antes de que descargue la borrasca.

Hay días que suplican un final rasante, que no deberían amanecer nunca.

Otros, a los que rogamos, como a una virgencita milagrosa, que no terminen jamás. 



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